domingo, 11 de enero de 2015
Carmen
Uno de aquellos días en que el viento soplaba del Este y las gaviotas chillaban demasiado, cogimos la barca y remamos hasta la roca esa que se ve allí a lo lejos. Recuerdo que Carmen llevaba puesto su chubasquero amarillo, y que no dejaba de reírse por algún chiste malo que yo le había contado antes de salir. El viento revolvía ese pelo rojo precioso que tenía. Saltamos de la barca y nos sentamos en la roca; me acuerdo de lo fría que estaba, y de aquella humedad que se te metía hasta lo más hondo. No llovía, pero el cielo era gris y el mar lucía a juego. Yo sólo tenía ojos para ella. La abracé y nos quedamos allí, en el horizonte, hasta que el viento del Este trajo la lluvia y el sol se fue a acostar. Carmen aún tenía una sonrisa pintada en la cara.
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Qué bonito es ser la causa de una sonrisa.
ResponderEliminarAunque el día no lo acompañe con el clima.
Un saludo.