"Seamos realistas; pidamos lo imposible"
Che Guevara

jueves, 17 de junio de 2010

Hewegne, última señora de Darkhall

Hewegne se inclinó sobre el estanque, tan sólo para contemplar el reflejo de sus ojos en las aguas oscuras. Todo parecía más bello allí, y el rumor de los cuernos y de las espadas parecía quedar más lejos, en otro mundo más negro y más frío.
Su rostro quedó roto de repente.
Había comenzado a llover. Las gotas caían pequeñas y punzantes, y quedaban atrapadas en sus cabellos y le bajaban por la cara como las lágrimas que ella no se había atrevido a derramar.
- Señora, debemos partir.
No había oído llegar a Hendrik. Al girarse vio al caballero con la armadura ensagrentada. Una herida en el hombro había teñido de rojo la parte superior de la sobrevesta blanca de Darkhall, y el visor levantado del yelmo dejaba al descubierto la aflicción y el cansancio en el semblante duro del anciano. Olía a sangre, a humo y a muerte.
-Sí. sí, claro- aceptó ella. "Pronto estarán aquí"- . Que Edrhin y Tuomas ensillen los caballos.
-Ya lo han hecho. Vayámonos.
Hewegne se levantó y se sacudió del vestido la hojarasca. Aún a su edad, Hendrik le sacaba más de una cabeza.
- Que los dioses me perdonen...- masculló. "No hay otra opción"-. Prendedle fuego a todo.
-¿Qué?
-Ya lo habéis oído.
- Pero,mi señora... La casa de vuestros padres...
"De mis padres, sí, y de William."
- He dicho que le prendáis fuego. Si los orkhdianos quieren el Norte, que se alimenten de cenizas. Jamás gobernarán en Darkhall. Quiero ver arder este lugar.
- Como ordenéis- aceptó apesadumbrado el caballero-.
El viento se levantó en el este, y la lluvia le golpeaba el rostro y batía su capa y revolvía las crines de Fortuna mientras se alejaban de la fortaleza rumbo al mar. Al llegar al bosque se giró sobre la silla para contemplar las llamas que se elevaban hacia la tormenta. Las torres eran ahora inmesas antorchas, lanzas incandescentes que arañaban el cielo gris. Más allá, donde le río arrastraba los cadáveres de quienes quisieron resistir, una masa oscura se movía con implacable lentitud por sus campos: miles de figuras sombrías bajo estandartes rojos.
"Algún día regresaré"-pensó Hewegne con amargura, y luego se dio la vuelta y se internó en la floresta.


Capítulo VIII-Parte II-El Poema de ls Cuervos- By me.

jueves, 10 de junio de 2010

Hederalkar

Soy el corazón de un hombre muerto. Soy la brisa que silba entre las ruinas del último imperio. Soy la sombra del Sol. Soy un jirón de la útima bandera.

lunes, 7 de junio de 2010

RAVENLAND

Un murmullo apagado se arrastra por el suelo frío y sube reptando por las esquinas, aliado siniestro de la niebla y la escarcha. Es la voz de la noche, el anuncio de la oscuridad, de la agobiante proximidad del mar sin orillas que se abre ante ti. Y sin embargo no huyes. Permaneces en pie. Ese sonido te acaricia, te envuelve, te abraza y te eleva y te hace más ligero y más libre. A un lado y al otro miras y sólo ves alas. Alas negras. Tus brazos ya no son brazos, y todo tu cuerpo renace ahora, más ágil y más joven. Alzas el vuelo sobre el mundo en calma. Gritas; gritas de forma frenética, histérica, espasmódica, y de tu boca salen graznidos que rompen la noche, y ya no se oyen murmullos. Las tinieblas besan tu cuerpo cuando penetras en la inmensidad del cielo helado. Oyes tu propia voz en tu cabeza. Es la noche del cuervo.