"Seamos realistas; pidamos lo imposible"
Che Guevara

domingo, 11 de enero de 2015

Padre

Cojo el barrote de hierro en mi mano y abro la verja; un escalofrío me recorre la espalda. Sólo la Luna me ve subir los desgastados peldaños de piedra y penetrar en la penumbra del pórtico. Contengo el aliento: sé lo que me espera al otro lado, y mi corazón late desbocado. Cuento hasta diez, respiro profundamente y abro la puerta ante mí. Un hálito helado me envuelve. Huele a humedad, huele a antigüedad, huele a secreto. En la oscuridad, la luz tenue de un cirio proyecta su sombra contra el altar. Allí está, esperando. Esperándome. - Es la hora- le oigo decir. Su voz es firme pero dulce. No respondo; sé que me habla a mí. Camino entre las columnas, ya más tranquilo, consciente de mi papel. Al llegar a su lado, me arrodillo e inclino la cabeza. Él pone su mano en mi hombro. Susurra mi nombre: “Hijo”.

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